miércoles, noviembre 22, 2006

A una semana del desastre

Antes que nada: sí, sobreviví :D

Y quedó demostrado que soy una buena persona y que hice mis deberes, porque la pedrada apenas rozó mis preciados bienes materiales (ventanas, auto, etc...)

Estaba dibujando, como lo había estado toda la semana. Hacía mucho calor, tenia la ventana que da al oeste abierta y estaba escuchando la radio.

Como las 17hs el conductor del programa, que está bastante más al sur/oeste de la ciudad, interrumpía la entrevista para hablar, aterrado, de las piedras que habian empezado a caer. Nunca entendí por qué la gente le tiene tanto miedo al granizo... hasta ese día...

Seguí con mi trabajo y como a los 5 minutos la temperatura bajó y el cielo se tiño de gris oscuro. El viento comenzó a sacudir con violencia las cortinas y creo que fue ahi cuando empecé a oir, de lejos, el grito de guerra de las valkirias.

Cerré la hoja de la ventana y miré el cielo, casi nocturno, que teníamos a las 17:25hs. Cayó la primera piedra... y la segunda y la tercera. Caían con un ángulo no superior los 30º, les juro que por un momento me pregunté si no era el vecino del fondo que me estaba tirando cosas. Pero no, las piedras rebotaban primero en el techo de chaca a dos aguas y luego caían a mi patio, con una violencia que nunca habia presenciado asi (en vivo y en directo!)en la naturaleza. El voladizo de 3m que hay sobre la puerta que da al patio me permitió ver el espetáculo sin correr peligro. Y lo ví. Piedras del tamaño de puños adultos, con afiladas púas que golpeaban y destrozaban todo lo que tuvieran a su alcance.

Fueron algo asi de 10 minutos de furia divina. Se respiraba en el aire el poder y la faciliad con que Gaia recuperaba el territorio perdido. Como un juego de niños.

Cuando todo terminó, salimos a la calle. Ni la prosa lo puede esconder, fuimos a ver qué tan roto estaba el auto. Para nuestra tranquilidad era uno de los pocos que conservaba, intactos, sus vidrios.

El paisaje inspiraba respeto. La tormenta había arrancado hojas, ramas e incluso algunos árboles enteros. El asfalto era invisible bajo un manto de verde primaveral.
La madre nos dio una lección reafirmando su poder sobre nosotros.
Nosotros, pobres niños ilusos, que creemos tener la capacidad de destruirla con nuestros rasguños y caprichos.

Arañen a la madre... y recibirán una nalgada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uhm, mamita... vos tendrias que haber estado en el Huracan Wilma conmigo...

Eso si que fue heavy...